jueves, 30 de junio de 2016

EL APEGO



En Asia, se utilizaba un método sui generis para capturar monos: se realizaba un agujero en la cáscara de un coco seco, del tamaño exacto que permitía que el animal introdujera la mano. Se colocaban frutas o alimentos aromáticos y sabrosos en el interior del coco y se lo amarraba al tronco de un árbol. El mono atraído por el aroma, metía la mano para agarrar el alimento.

Una vez que llenaba la mano con los frutos y alimentos, la cerraba y no lograba sacar la mano por el agujero y cuanto más lo intentaba el resultado era negativo. Entonces el simio comenzaba a saltar y gritar, llamando de ese modo la atención de los cazadores que iban rápido en busca de su presa.

El animal se da cuenta de que está a punto de ser capturado, pero aún así no es consciente de que, con sólo abrir la mano y soltando las frutas, hubiera podido huir.

Muchas veces, las críticas que nos hacen durante el día nos perturban a tal punto que no nos dejan dormir en la noche. Cuando de un momento a otro nuestro mejor amigo se torna indiferente con nosotros y le presta atención a otra persona, su actitud también puede afectarnos de modo tal que nos impide conciliar el sueño.

Este pequeño ejemplo pone blanco sobre negro que todas las preocupaciones de la mente son producto de nuestro apego; no importa su clase o condición. Somos presos y esclavos de nuestras emociones, como el mono del relato, incapaces de abrir la mano para soltar liberarnos del sufrimiento.